miércoles, noviembre 01, 2006

 

El poeta Calatrava

"Haga el favor de largarse", "Aquí, las que sobrais sois vosotras, vejestorios".
Sí, es cierto. Las torres de Buenavista dialogan con el palacio de Congresos, tal y como dijo el Premio Príncipe de las Artes, Santiago Calatrava. Los vecinos se asoman al balcón y sienten el aliento del nuevo armatoste en el cogote y hacen varias cosas: fuman en pipa, se suben por las paredes y hablan solos. Esta última actividad debe ser la que hizo pensar al arquitecto valenciano en el diálogo entre los viejos y los nuevos edificios.

Hay que reconocer que el laureado autor tiene labia. Otro, al llegar a Buenavista y ver el desaguisado se habría quedado sin habla, pero ya ves, él reaccionó como un poeta. Cuánto se habrá reido en la intimidad de este pueblín de paletos donde, en lugar de recibirle a palos por el desastre realizado, le ofrecieron pleitesía y hasta cena de gala.

Perro ya sabemos que lo que importa aquí es el tronío. Y si es un Príncipe de las Artes el que nos pisa el callo, le estrechamos efusivamente la mano. Para muestra de lo que somos, esa ceremonia anual en la Capilla del rey Casto: la imposición de las medallas corporativas a los nuevos Caballeros y Damas del Cuerpo de la Nobleza asturiana. Pronuncian un juramento y reciben una cruz en presencia de un sacerdote. Ellos mismos se llaman cruzados y entre las capas y uniformes que llevan, he aquí algunos: Orden de San Hermenegildo, orden del Santo Sepulcro, Orden Constantiniana de san Jorge, Primitivo Capítulo Noble de Caballeros de la Merced... Ese es un retrato fidedigno del Oviedín. Yo me pregunto a qué van a la Catedral. Y también me pregunto si Jesucristo los echaría a latigazos. Hace cosa de un mes me llamó uno de ellos por teléfono. Me dijo que me conocía. "Se equivoca, yo no conozco a ningún miembro del Cuerpo de la Nobleza Asturiana. ¡Lo que me faltaba!".

Y uno quiere refugiarse en la ciencia para huir de esta ignorancia supina, pero se encuentra sobre la mesa el estudio "Así conviven las mujeres con su resfriado" y se le cae el alma a los pies (Calatrava diría poéticamente que el alma baja a dialogar con las extremidades inferiores).

Como diría mi abuela, que era muy sabia, "cómo se nota que tan folgaos".

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