viernes, junio 23, 2006

 

Complejo hospitalario

Si usted se pone enfermo, quizás le ingresen en el Hospital Central de Asturias, nombre pomposo que recuerda las series de televisión norteamericanas pero que, en realidad, no existe más que en los papeles. Cuando sus familiares vayan a verle le dirán al taxista: "lléveme al Hospital Central",y el no se conformará fácilmente, "¿al Covadonga, o al General?", preguntará. Luego añadirá "¿A Maternidad, Consultas Externas, Policlínicas, Urgencias...?"

Las nuevas tecnologías no han llegado a la catedral de la sanidad asturiana. Usted va a la consulta de Cardiología, y como única guía tiene esta consigna: Hongo 4. En teoría, estupendo, pero en la práctica se cansa usted de dar vueltas y no encuentra nada. Por eso --no sé si se ha fijado-- los pacientes acuden a este centro hospitalario de dos en dos. Una madre y su hijo; un suegro ysu nuera; un marido y su esposa... Y usted se preguntará ¿Cómo hay tantos desocupados? Sabemos que la Seguridad Social paga la baja del enfermo, pero ni se sabe quién abona el escaqueo del trabajo del pariente que le guía.

Le guía, sí, porque si no, se pierde. En la pareja, hay siempre un espabilado y otro un puntillo menos vivo. El primero es el que logra resolver el sudoku de pasillos y pasarelas del centro
que, por algo, muchos llaman complejo hospitalario. "Si, hombre, es que la cuarta planta del hospital, comunica con la sexta de la residencia", te dice el acompañante experto. Y te dejas llevar, confiado, sabiendo que tú jamás habrías podido encontrar el camino, porque aquí no hubo almas piadosas como las que en el metro de las grandes ciudades colocaron planos a lo largo y ancho de los andenes aclarando al lector: "usted está aquí".

Y en la consulta le dicen que tiene que sacar volante para hacerse una prueba diagnóstica. "Es muy fácil, siga por este pasillo hasta el final; gire a la derecha, y luego otra vez a la izquierda", le explican. ¿Internet? ¿Para qué? Se diría que en el Hospital, conscientes sus responsables de lo sanísimo que es andar, se han propuesto que pacientes y acompañantes hagan ejercicio, y en lugar de resolver todo el papeleo desde un único sitio por ordenador, obligan a los usuarios de los servicios a hacer ejercicio. Pasajes, pasillos, y salas aquí y allá (metas volantes de esta peculiar carrera), aparecen abarrotados. Así se ocupa a más personal y le tienen a usted y a su guía toda la mañana allí, mostrándole de ese modo cuánto se le quiere en la sanidad pública.

No se ponga usted enfermo.

martes, junio 13, 2006

 

Hijos putativos

Con los calores, llega la histeria de los políticos, no en vano se van acercando fechas electorales. En el caso de Josep Piqué se acerca la fecha de un referéndum por el estatuto catalán del que sabe de sobra su resultado.

Hubo bronca para el PP en Cataluña, y se puede decir que el que provoca ya sabe a lo que se arriesga, pero vamos a pensar que no, que hay libertad de expresión, y que se puede decir lo que a uno le da la gana a la misma cara del que ofende porque estamos en un país libre; vamos también a pensar que los que boicotearon los actos del PP en Cataluña no son unos demócratas. Hasta ahí vale, pero ¿Por qué don Josep, a la hora de elegir un insulto para los boicoteadores los denomina hijos de puta? No sé si los llama así, o con las tres palabras juntas, convertidas en un sustantivo. Habría que preguntárselo a él, pero de cualquier forma hay una deducción clara: Piqué es un machista.

Como tal, como machista, no insulta a los que le increpan, sino a sus madres. Los vociferantes, así, se quedan impolutos. Pueden ser hasta almas cándidas, pero ojo: sus madres son unas putas. Por ahí enseña su oreja derecha don Josep, y yo, que no soy machista, pienso que su madre puede, o pudo, haber sido de izquierdas, de vida alegre, modista, payasa o puta, pero no le paso por la cara los defectos de su hijo porque ¿qué culpa tuvo por haberlo parido? Bastante condena soportó si tuvo que sufrirlo.

Eso en el plano nacional. Aquí, en casa, Sopeña se cabrea porque le recuerdan las grabaciones. Pierde el temple pero no da explicaciones. Insulta a diestro y siniestro --bueno, a diestro, no--, y defiende que puede hacer en su tiempo libre lo que le da la gana. Nosotros, el pueblo, estamos para pagar su sueldo y callar. Y el que le pregunte es un canalla. Él no, él es un almina de Dios. Y Gabino, su padre putativo, también saca a relucir las palabrotas y suelta un "hay que joderse". Le escandaliza que se le pidan responsabilidades políticas a un paisano que cobra como concejal y senador un pastón que, si uno se queda con la copla de las grabaciones, le parece poco y busca comisioncillas. Pues sí, hay que joderse, pero aquí nos jodemos siempre los mismos.

lunes, junio 12, 2006

 

Aceras privatizadas

Se han cumplido seis meses desde que se promulgó la ley del tabaco. El resultado es que se fuma en todos los bares. Antes, se te acercaba un fumador empedernido y te contaminaba el pincho de tortilla y tú le decías, "Oiga, ¿le importaría dejar de echarme el humo?". También antes, ponía un gesto de ardor de estómago y te soltaba un perdón con retintín, pero se apartaba. Ahora no, ahora se sonríe, echa una calada y mientras te la va soltando despacín a la cara te dice, "este bar ye pa fumadores". Eso hemos ganado con la ley. Ya somos europeos.

Porque, claro, bares donde no se permita fumar no hay. Una leyenda urbana asegura que una confitería de Gijón prohibe el tabaco, pero me queda un poco lejos de mi trabajo. Y eso que, si acumulara las pausas que hacen algunos para ir a echar el 'pito' durante la jornada laboral, igual me sobraba tiempo.

Claro que el humo es sólo una parte del problema. Paso por algunas calles de Oviedo con terrazas; quiero decir, paso por cualquier calle de Oviedo de esas que se llaman peatonales, y me obligan a transitar por el medio, esquivando continuamente a los coches. Y es que las aceras están privatizadas; abarrotadas de mesas y sillas y cubiertas de carritos de bebé y camareros con los brazos en jarras para que te olvides de intentar pasar por el medio. Si aún así, te pones pavo y con un educado "¿me permite?" conminas al mozo a que se aparte; un poco más allá llegas a un obstáculo insalvable, un compañero escancia sidra alegremente frente a tí con ese gesto despreocupado que da saberse dueño de la calle, de la razón y de la convicción de que no querrás que te 'chisque'.

Media vuelta, arr. Vas por el medio, como todo el mundo; pero no señor, ni aquí te libras del escanciado; que, una vez ganada la acera para la causa del hostelero, la hermandad de camareros se asoma desde ella enfocando el centro de la calle --donde te has refugiado-- botella en alto, vaso en bajo, con el orgullo del maestro y mientras un chorrín hace diana, miles de gotinas te refrescan de los calores del verano y dejan en tu ropa ese olorín agridulce que no es pis, pero sólo tú lo sabes.

En el Oviedín de Gabino, sólo se usa esa cubeta de echar la sidra como obstáculo para que los peatones elijan otra senda, porque la sidra aquí chorrea por aceras y calles a raudales, como si fueramos millonarios y por las mismas, atáramos a los perros con longaniza. Y luego el suelo se agarra a los zapatos en un intento de atraparte como arenas movedizas de liquido pegajoso, como el cenagal mierdoso que nos merecemos por no protestar.